domingo, 3 de abril de 2011
Crítica: Todos los perros van al cielo (Don Bluth, 1989)
(All dogs go to heaven, Don Bluth, 1989)
Después de su trilogía perfecta ("Nimh, el mundo secreto de la señora Brisby" - "Fievel y el nuevo mundo" - "En busca del valle encantado") Bluth y su cuadrilla de guionistas se enfrascaron en una historia ambientada en el mundo de la mafia cuyos protagonistas y secundarios serían representados por perros. A partir de ahí una historia añadida formaría parte donde una niña huérfana, María, sería la que daría forma al conjunto general, elemento crucial para que Bluth incluyese todo el arsenal emotivo, sentimental y lacrimógeno para dar con una película de resultado llamativo, desde luego.
Acostumbrando a sus fieles seguidores a un estilo particular y muy suyo, la película cuenta con una paleta de colores oscura, haciendo las calles y su entorno un lugar donde la inseguridad es patente y la transmisión de suciedad se percibe. Recreándose en los escenarios con esa credibilidad de la cual son siempre partícipes las pelíuclas de Bluth, en este caso se permite el lujo de añadir el onirisimo más claro y colorista, al representar el cielo con un tono pastel rosado, un lugar idílico para cualquier perro que se precie. En ese apartado la película utiliza una paleta de colores que realza la belleza de un lugar mucho mejor. Pero la belleza y la inmortalidad no tiene porqué ser eterna. Ahí tenemos todo lo que corresponde al mundo del hampa, con realidad urbana por bandera y sobre todo siendo un logro y un guiño al cine de gangsters de los años 30-40.
En el aspecto visual la película sigue siendo un acierto, en mayor o menor medida, y desde luego demuestra que la calidad de los artistas y sus trazos son de un acabado perfecto. Pero tenemos un pequeño problema que en este último revisionado me ha saltado y es que Bluth aqueja de un mal que le pasaría factura: sus personajes son, por así decirlo, personajes plantilla. Las facciones y rasgos faciales, el diseño, las maneras y las formas son muy parecidas a títulos anteriores y aunque es cierto que la historia es completamente distinta a los títulos anteriores la calidad final de los diseños dista un poco de ser la perfección hecha dibujo.
Otro de los fallos que nunca me di cuenta es que, aún siendo el guión bastante original en cuanto al asunto que trata y la historia que narra, no deja de ser un tanto irregular en el conjunto general y desde luego hay momentos que a día de hoy no aportan gran cosa (dígase la escena / canción del cocodrilo) o haber perfilado un poco más el final del villano, el cual desaparece de escena sin tener un final digno del malo de la película. Y aunque la tónica es muy continúa, sin altibajos, desde luego algo sucede que no me hace aplaudirla como lo hacía antaño. Canciones llamativas pero no modélicas, con el ojo puesto en la reiteración (la canción de María es muy similar, casi idéntica, tanto en forma como en intenciones a la de Fievel cuando está sólo).
Aún y así, no se puede negar que Bluth siempre ha dotado a sus películas de asuntos serios y envueltos en una sensiblería que siempre ha jugado a su favor conmigo. Temas como la redención, el valor, el sacrificio, la amistad son tratados de forma reconocible, sin mucho alarde pero desde luego con acierto y aunque su uso no es novedoso desde luego no molesta, cosa que se agradece. Huelga añadir que al director le obligaron a recortar las escenas donde Charlie, el protagonista, sueña estar en el infierno. El grado de oscuridad era tal que si no quería recibir la calificación para más edad debía realizar dichos retoques.
En su día tuvo la mala suerte de enfrentarse en taquilla a La Sirenita, de Walt Disney. El resultado todos lo sabemos. Pero los beneficios serían abundantes en el futuro, siendo uno de los títulos más vendidos en el formato doméstico, aparte de dar pie a una secuela y a una serie de dibujos animados, aparte de un especial de Navidad. Lo cierto es que "Todos los perros van al cielo", desde luego, no es perfecta ni es una obra maestra. Es algo que uno percibe nada más acabar la película pero desde luego mantiene el interés, en menor o mayor medida, ofreciendo un espectáculo cariñoso, afectivo y desde luego serio (casi adulto). Los personajes, la historia, el mensaje, la calidad de la animación consigue que sea considerada, como mínimo, un producto correcto y aceptable, que a día de hoy ya es mucho y que aún no siendo lo mejor de Don Bluth, supera con creces muchos productos que vendrían tiempo después.
La nota triste corresponde a la vida personal de Judith Barsi, la niña de 10 años que ponía la voz de María en la versión original. Su padre no pudo soportar que su hija fuese más famosa y ganase más dinero que él. El resultado fue que este hombre acabó con la vida tanto de ella como de su madre para acabar suicidándose más tarde. Una verdadera pena. La canción de los títulos de crédito finales, "El amor sobrevive", se realizó en honor a Judith.
Atreyub
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